A comienzos de los años 60, un grupo de soñadores valencianos se establecieron casi en el límite de la provincia de La Rioja, a unos 270 km de la ciudad de San Juan. Poblaron y cultivaron esas feroces tierras arenosas, con escasas lluvias (un promedio de 90 mm anuales) y con la única posibilidad de extraer agua de bajo la tierra.

      Nombres como Vilanova, Botella, Salvat, Soler, Lopez, Mestre, Mengual Femenia, Màs o Ramis, entre otros, poblaron y laboraron esas tierras. Durante todos estos años hicieron viña, plantaron algodón, pusieron pimientos Ñora para moler pimentón, consiguieron que por cada hectárea de uva moscatel se produjeran 40.000 kgs, lucharon contra la distancia a los centros de consumo, falta de caminos, falta e incentivos de los gobiernos, excesivos costos de combustibles y de energía eléctrica para hacer funcionar los pozos para extraer agua, y repetidos años sin que les pagaran sus cosechas.

      Todo esto hizo que la mayoría fueran a la quiebra o que sus tierras fueran embargadas por los bancos. Actualmente de esas familias, 2 de ellas siguen empecinadas en conservar eso que tantas alegrías y sin sabores les costó.

      En ese lugar desde hace muchos años, encontramos el Centro Valenciano de San Juan, una escuela rural que da clases a los pequeños de la zona, hijos de los obreros rurales que trabajan en ese paraje. Los artífices de este centro no pueden evitar sentirse muy próximos a ese paraje y sus gentes, por lo que hace un tiempo se convirtieron en sus padrinos, apoyando a esa gente tan humilde y sencilla con las necesidades básicas de una escuela de campaña: útiles escolares, ropa, calzado… inclusive les están gestionando la construcción de un pozo para extraer agua para que  puedan formar una  pequeña cooperativa agrícola.

El pasado 22 de agosto, les recibieron en la escuela,  sirvieron un almuerzo, con ricas empanadas criollas, hicieron un rico guiso de cabrito, bailaron, cantaron y les obsequiaron con una “senyera valenciana” para que la icen junto con el pabellón nacional. En octubre, el grupo prometió volver a visitarlos para hacerles unas ricas paellas en gratitud por la felicidad que aporta dar una pequeña ayuda y recibir tanto cariño.

Nuestra delegación quiere agradecer desde aquí a Jose Amposta por facilitarnos la información de esta historia tan entrañable. ¡Gracias!